El Ecuador vivió una tarde de caos el pasado 19 de junio debido a un apagón nacional provocado por una falla en la línea de transmisión. Quito, Cuenca y Guayaquil se vieron especialmente afectadas, con consecuencias severas en el transporte y la vida cotidiana de sus habitantes.
En Quito, la falta de semaforización desde las 15:00 horas exacerbó el tránsito, justo antes del horario pico y placa. Con 1.027 intersecciones sin funcionar, la ciudad se sumió en un caos vehicular, obligando a los agentes metropolitanos a desplegarse de emergencia para controlar el flujo. La paralización del Metro de Quito agravó la situación, empujando a los pasajeros hacia el servicio de buses y generando largas filas en la Ecovía.
En el sector de La Alameda, puntos críticos como las intersecciones de Gran Colombia y Sodiro fueron escenarios de congestionamiento, mientras que muchos negocios dependientes de la electricidad recurrieron a sus plantas de diésel para mantenerse operativos.
En Guayaquil, la situación no fue menos complicada. Con el centro de la ciudad a oscuras y las puertas de las estaciones de la Metrovía cerradas, los usuarios enfrentaron dificultades para movilizarse. Incidentes como el ataque a un vehículo de mantenimiento de CNEL Ep en Las Malvinas reflejan el nivel de frustración entre la población.
En Cuenca, el tranvía quedó fuera de servicio y los semáforos apagados contribuyeron al congestionamiento en varios puntos neurálgicos de la ciudad. Incluso en zonas industriales donde la electricidad se mantenía, se reportaron cortes intermitentes.
El apagón también afectó servicios esenciales como internet, con repetidoras sin energía que dejaron a algunos usuarios desconectados.
A medida que las autoridades y las empresas eléctricas trabajan para restablecer el servicio, la población sigue lidiando con las repercusiones de este apagón masivo, subrayando la fragilidad de las infraestructuras ante eventos inesperados y la necesidad de mejorar la resiliencia energética del país.