Indomable. Así ha resultado la gestión de la comunicación gubernamental en los mandatos de Daniel Noboa, Guillermo Lasso y Lenín Moreno, quienes han señalado recurrentemente problemas en este ámbito. Sin embargo, analistas argumentan que estas falencias han pasado de ser una justificación a convertirse en una excusa para encubrir errores en la política pública y la gestión del Estado.
Decio Machado, consultor político, subraya que estos tres gobiernos han tratado de explicar sus fallas atribuyéndolas a la falta de comunicación, pero sostiene que el verdadero problema radica en la ineficacia en la gestión pública. “No se trata solo de comunicar, sino de gobernar bien. Muchos gabinetes desconocen cómo funciona el sector público, confundiendo su manejo con el de empresas privadas”, asegura Machado.
Juan Fernando Flores, exconsejero del gobierno de Lasso, comparte esta visión y admite que la falta de una comunicación adecuada llevó a su gobierno a desconectarse de la ciudadanía, lo que influyó negativamente en su imagen. “Nos acusaban de no hacer nada porque no logramos transmitir nuestros logros”, comenta. Sin embargo, Flores reconoce que la gestión pública es mucho más compleja que la privada, citando ejemplos de compras públicas que en el gobierno se dilatan debido a los procesos burocráticos.
En cuanto a Daniel Noboa, Flores apunta que la inexperiencia ha sido un factor clave en su administración. Irónicamente, señala que el problema en este caso podría ser una sobreexposición en los medios, como ocurrió cuando la Presidencia compartió videos triviales, mientras el país enfrenta problemas graves como los apagones, que afectan directamente a los ciudadanos. “El malestar social solo irá en aumento”, advierte.
Para Machado, los gobiernos han utilizado la Secretaría de Comunicación como un chivo expiatorio, eludiendo la responsabilidad de una gestión ineficaz. Critica, por ejemplo, la última aparición pública de Noboa, donde se le vio sonriente en medio de una crisis energética que ha afectado a comercios y a la seguridad. “La política pública no puede depender de esperar que llueva; es un tema de gestión real”, concluye el consultor.