Tras la caída del régimen de Bashar al Assad, combatientes insurgentes islamistas tomaron el control de Damasco y liberaron a cientos de prisioneros de la infame prisión de Saydnaya, conocida como uno de los centros de tortura más brutales del mundo. Entre los liberados, se encontraban niños pequeños y madres que habían sufrido años de encierro bajo condiciones inhumanas.
Videos que circulan en redes sociales muestran escenas conmovedoras: los prisioneros salen entre risas y lágrimas, mientras uno de los rebeldes grita: “¡No tengan miedo! ¡Bashar al Assad ha caído!”. Saydnaya, ubicada al noroeste de la capital, se había convertido en un símbolo de los horrores perpetrados durante más de cinco décadas por la familia Al Assad, marcada por denuncias de tortura, ejecuciones masivas y desapariciones forzadas.
Apodada como un “matadero humano” por Amnistía Internacional, esta prisión fue escenario de atrocidades inimaginables. Entre 2011 y 2016, se estima que hasta 13 mil personas fueron ejecutadas en secreto, y muchas más fueron sometidas a torturas extremas antes de morir, según informes de la organización.
El fin del régimen de Al Assad, que dirigió Siria con mano de hierro, marca un momento histórico para el país. Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro político y social de la nación persiste. Por ahora, las imágenes de los liberados de Saydnaya representan un rayo de esperanza en medio de décadas de oscuridad.
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