En un crimen espeluznante y poco común que ha conmocionado a Brasil, un joven de 16 años de São Paulo se entregó a la Policía Militar la madrugada del 20 de mayo después de confesar que mató a tiros a sus padres y a su hermana gemela. El adolescente confesó haber asesinado a su familia, de 57, 50 y 16 años, en su casa tras una acalorada discusión por la confiscación de su teléfono, lo que le impidió completar una presentación escolar.
Según su declaración, el conflicto estalló el jueves anterior cuando sus padres lo llamaron “vagabundo” y le quitaron el teléfono. Al día siguiente, mientras el resto de la familia estaba fuera, se apoderó del arma de su padre, un guardia municipal, y la probó disparando a la cama de sus padres. Cuando su familia regresó, los mató uno por uno.
Primero, alrededor de la una de la tarde, disparó a su padre en la nuca en la cocina. Aunque inicialmente no planeaba matar a su hermana, decidió hacerlo para eliminar a una testigo. Ella fue fatalmente herida en la cara después de preguntar desde el piso superior por el ruido del disparo. La madre fue la última víctima, asesinada cuando regresó a casa más tarde.
Perturbadoramente, el adolescente continuó con sus actividades diarias con los cuerpos aún en la casa, yendo al gimnasio y comiendo fuera durante el fin de semana. No mostró remordimiento durante el interrogatorio policial, donde relató sus acciones con escalofriante frialdad. Ahora enfrenta cargos de homicidio, feminicidio, posesión ilegal de un arma y vilipendio de un cadáver. Tras su arresto, fue trasladado a un centro de detención juvenil.
Este horrendo incidente ha captado la atención de la nación, subrayando las extremas consecuencias de los conflictos familiares y la urgente necesidad de abordar los problemas subyacentes en los hogares.
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