La izquierda ecuatoriana ha sido históricamente marcada por la desunión, un fenómeno recurrente desde el regreso a la democracia. Pese a los frecuentes llamados a la unidad, los movimientos y partidos de esta tendencia han fracasado en repetidas ocasiones en presentar una candidatura presidencial única, y las elecciones de 2025 parecen seguir el mismo patrón.
La Unidad Popular, heredera del MPD, ha decidido competir por su cuenta en la contienda presidencial, a pesar de las insistentes demandas de cohesión dentro de la izquierda. Esta falta de voluntad integradora no es nueva; desde las divisiones ideológicas que separaron a los prosoviéticos y prochinos en los años 70, hasta la reciente fragmentación en las elecciones de 2023, la izquierda ecuatoriana ha sido incapaz de mantener una coalición duradera.
A lo largo de los años, los intentos de unificar a las distintas corrientes de izquierda han sido infructuosos. En 1988, el Frente de Izquierda Unida fue un breve intento de alianza entre el MPD y el FADI, pero incluso entonces, importantes facciones se apartaron, debilitando la coalición. La historia se repitió en 2013, cuando la gran unidad alcanzada en 2009 con Rafael Correa se desmoronó, y la fragmentación volvió a ser evidente en las elecciones de 2021 y 2023.
A pesar de algunos logros, como la alianza entre Pachakutik y el MPD que llevó a Lucio Gutiérrez al poder en 2002, la izquierda ecuatoriana ha sido incapaz de consolidar un frente unido que perdure más allá de una elección. Con el panorama actual de cara a 2025, la tendencia histórica parece destinada a repetirse.
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