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CASI EL 95% DE LAS PERSONAS PREFIERE ENVIAR MENSAJES DE TEXTO PARA DECIR LO QUE NO SE ATREVEN EN PERSONA

Entretenimiento
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Un revelador estudio de la Universidad de Columbia ha sacado a la luz un fenómeno sorprendente: los insultos y comentarios hirientes resultan más dolorosos cuando se reciben por mensaje de texto que en una conversación cara a cara. Aunque podríamos pensar que la pantalla del móvil amortigua el impacto de las palabras, en realidad parece intensificarlo.

La falsa percepción de anonimato y privacidad que ofrecen los mensajes de texto impulsa a muchos a liberar opiniones que rara vez se expresarían frente a frente. En los chats de WhatsApp, esta conducta se ha normalizado, evidenciando una desconexión entre la forma en que nos comunicamos digitalmente y cómo lo hacemos en persona, donde la cortesía suele prevalecer.

Datos recientes indican que los millennials prefieren enviar mensajes de texto el 90% del tiempo, según entidades estadounidenses, lo que refuerza esta tendencia de “valentía” digital.

Las críticas más severas rara vez se pronuncian en público, pero en la privacidad de WhatsApp, rodeados de amigos o familiares, muchos se sienten libres de expresarse sin filtros. Este ámbito digital se ha convertido en un espacio donde las opiniones más crudas se lanzan sin tapujos, bajo el pretexto de “es lo que pienso”.

La evolución tecnológica ha cambiado no solo la manera en que nos comunicamos, sino también cómo pedimos perdón. En lugar de recurrir a una conversación directa, muchos prefieren enviar mensajes de texto o correos electrónicos, e incluso las disculpas se han transformado en simples emojis, diluyendo la importancia del contacto humano.

El entorno digital, aunque eficiente, tiende a simplificar la comunicación, lo que puede llevar a malentendidos y tensiones. Los matices que enriquecen una conversación cara a cara, como el lenguaje corporal y el tono de voz, se pierden en los textos, afectando la calidad de nuestras relaciones.

WhatsApp también ha sustituido la calidez de una llamada telefónica o un encuentro personal en ocasiones especiales. Esta práctica evidencia una disminución en el valor que le otorgamos a las interacciones personales, reflejando un cambio en nuestras dinámicas sociales.

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