Luisa González ha decidido tomar las riendas de su candidatura presidencial, dejando atrás el “uniforme” de la Revolución Ciudadana y distanciándose notoriamente del líder de dicho movimiento, Rafael Correa. Esta decisión ha sido evidente desde que González retomó sus actividades de campaña, y ha sido un tema central en su estrategia para ganarse la confianza de los votantes.
Uno de los momentos clave en esta transformación fue su destacada actuación en el debate presidencial, donde González se esforzó por presentarse como la líder capaz y confiable que gobernaría el país. Durante el debate, centró su discurso en propuestas concretas y en su visión de un Ecuador mejor, sin hacer referencia a la década correísta. Esta estrategia le valió el favor de muchos espectadores y la destacó como una candidata independiente y preparada.
En contraste, Rafael Correa, el icónico líder de la Revolución Ciudadana, ha quedado relegado a un segundo plano en la campaña de González. Sus apariciones se limitan a republicaciones ocasionales en redes sociales y a su presencia furtiva en forma de póster o fotografía en el fondo de algunos spots publicitarios. Los eslóganes de campaña tampoco hacen alusión a la era correísta, ya que se centran en mensajes como “por el bien de todos” y “Luisa no improvisa”, resaltando la capacidad de González para liderar sin depender del legado de su exaliado político.
En este nuevo enfoque de campaña, Luisa González ha encontrado un sólido respaldo en sus compañeros de partido, en particular las autoridades locales, quienes han utilizado sus plataformas políticas como altavoces para difundir su mensaje. Este apoyo ha contribuido a consolidar su imagen como una candidata independiente y comprometida con el progreso del país.
Con este cambio estratégico y su creciente apoyo dentro de su partido, Luisa González se presenta como una opción sólida y autónoma para liderar Ecuador, alejándose de las sombras del pasado y enfocándose en un futuro prometedor “por el bien de todos”.
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