La historia se remonta a 1743, cuando el franciscano Fray Fernando de Jesús Larrea, oriundo de Ecuador, dio vida a lo que hoy conocemos como esta celebración.
Fray Fernando, misionero en Ecuador y Colombia, redactó inicialmente una Novena del Niño Jesús a solicitud de una mujer que se confesaba con él. Su texto quedó resguardado y fue encontrado un siglo después por la Madre María Ignacia, religiosa de la Orden de la Enseñanza en Medellín, Colombia. Ella adaptó esta novena y la difundió, fomentando su práctica.
El impulso definitivo para la popularización de la Novena llegó en el siglo XVIII, cuando el Vaticano oficializó la costumbre franciscana de preparar una novena. Desde entonces, esta celebración ha ganado terreno en Ecuador, Colombia y Venezuela. La Novena de Navidad se convirtió en un tiempo dedicado a orar y recordar los días previos al nacimiento de Jesús, promoviendo la convivencia, la unión familiar y la fiesta entre amigos y seres queridos.
Este rito se equipara en cierta medida a las ‘posadas navideñas’ presentes en México y Guatemala. Su propósito es conmemorar los momentos previos al nacimiento de Jesús, recreando la llegada al pesebre de Belén. La Novena no solo tiene un significado religioso profundo, sino que también se ha convertido en un espacio de encuentro, celebración y conexión entre las comunidades latinoamericanas durante la época navideña.
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